Antes del inicio del capítulo 1 de la historia.

Es el día.


Si alguna vez en lo que llevo de vida creí experimentar «entusiasmo», ya sé que no se parece en nada a lo que siento en este momento, esto es algo superior, extraordinario, pero, sobre todo: es lo que he estado esperando desde hace mucho tiempo. Hoy lo haré.

Finalmente, ella pasará al lado correcto. Dejará de ser lo que he estado deseando para ser lo que me pertenece. Ella será mía.

—Estás obsesionado —escucho a Poe decirme de repente—. Esta es la peor idea que has tenido en tu vida. Y yo que pensaba que tú eras el inteligente, pero ya sabes lo que dicen: los chicos siempre engañan.

Estamos dentro de su auto más sencillo, que está aparcado en la calle. Las ventanas son ahumadas, por lo que la gente que está disfrutando de la feria y que pasa cerca no puede vernos. Llevamos diez minutos aquí y tal vez él ha usado la palabra correcta, pero no creo en el concepto de «obsesión». No creo en ninguno de los conceptos creados por la visión social y moral de las presas. Mi propio concepto es: mantengo conmigo lo que quiero. Y mi concepto de «querer» es: lo que me apasiona, lo que no sale de mi cabeza, lo que despierta en mí una intensidad de «necesito esto».

Pocas cosas me hacen sentir algo así. Pero ella sí. Por esa razón sé que su cabello es oscuro como mis ojos, y que sus labios son rosados como cuando la sangre se diluye en mucha agua. Sé que mide un metro sesenta y cinco; que se le arruga la nariz cuando ríe, y que la piel se le enrojece con facilidad ante cualquier presión. Sé que me aprendí su nombre desde el instante en el que lo escuché, y que me grabé cada detalle de su cara desde que la vi por primera vez cuando era un niño. Sé que ella es diferente, que está atrapada y que puedo liberarla.
—No voy a discutirlo de nuevo —le digo a Poe, serio.
—No quiero discutirlo, pero pienso que tal vez deberías pensarlo más, darle un poco más de tiempo o reconsiderarlo —replica él, con las manos llenas de anillos caros aún sobre el volante—. ¿Y si te has saltado algún posible fallo? Sabes lo que el más mínimo error puede ocasionar…
—Yo no me salto nada.

Cada paso y cada parte la he planeado desde hace años. Me he quedado dormido pensando en esto y he pasado días enteros organizando los detalles. Calculé hasta el más mínimo fallo y la forma de evitarlo. No hay modo de que las cosas no salgan como espero.

—No es como que tienes superpoderes, si es lo que crees —resopla—. Y si en verdad lo estás creyendo entonces deberías dejar de pasar tanto tiempo con Archie y sus cómics.
—¿Acaso yo te he dicho algo cuando te obsesionas con alguien? —Frunzo el ceño.
—No, porque yo nunca he planeado meter a nuestro mundo a cualquier persona —argumenta con simpleza—. Todos terminan tirados por ahí o en mi estómago, ya lo sabes.

Me aseguro de ser bastante claro:
—Ella no es cualquier persona.
—Mira, Damián, si lo que quieres es follar...

Giro la cabeza de inmediato hacia él y la mirada que le dedico es severa y amenazante, un gran: «cuidado». Claro que eso no lo intimida ni lo molesta. Poe nada más alza los hombros como diciendo: «solo decía...». Luego vuelvo la mirada hacia el frente, atento.

Realmente, lo del sexo no es un pensamiento primordial para mí. Nunca lo ha sido. Vivo en calma sin tener contacto con alguien más, pero admito que a veces estando solo en mi cama, pensando en el plan y en lo que sucedería, tengo fantasías. La imagino conmigo en mi habitación, solos. Nos imagino a ambos en mi cama y a mí, encima suyo, deslizando la filosa punta de mi cuchillo por su piel suave. Tal vez por su abdomen o mejor por el cuello, encima de la clavícula. Sin cortar, sin presionar, solo acariciando de un punto a otro mientras ella gime despacio.

Los gemidos tampoco me han atraído nunca, pero ¿cómo sería escucharla pedirme que le haga un pequeño corte y que lama la sangre? Pasar la lengua, después la punta de mi dedo y luego meter ese dedo en su boca para que lo succione. ¿Cómo sería ese sabor? Su sabor.
—Le vas a arruinar la vida. —Poe me saca de mis pensamientos.
—Yo le intereso desde hace años.
—Porque cree que solo eres oscuro y lindo —se ríe—. Y eres oscuro y lindo, pero también eres un demonio de los más malos.
—No le pienso hacer daño —aseguro.
—¿Y qué crees que es lo que harás? —contradice—. No la vas a traer al cielo precisamente.

Sí, sé que no es el mejor lugar, sé que es peligroso, pero la protegeré. Mientras yo viva, nadie va a tocarla. Me volvería peor de lo que ya soy si alguien lo intenta.
—Ella podrá elegir —aclaro—. Ella va a decidirlo.
—¿Qué pasará si lo que decide es no ser como nosotros? La otra opción es morir, ¿vas a matarla?

Me quedo callado. No quiero matarla. No quiero que ella deje de existir. Quiero que existamos juntos. Si ella escogiera delatarme o huir, yo... Ni siquiera tengo idea de qué haría. Es la parte del plan que está vacía, porque algo dentro de mí me insiste en que no va a elegir nada de eso. La seguridad es tan punzante que me siento incluso confiado. Es esa especie de conexión que experimento cada vez que la veo, de que si yo le tendiera la mano empapada en sangre, ella igual me la tomaría.
—La quiero conmigo —es lo que digo—, y no va a ser posible de otra forma.
—Podrías presentar una solicitud —propone, dudoso y medio burlón—. Algo tipo: «me enamoré de una presa, por favor no la maten que quiero estar con ella».
—Sabes que nos matarían a los dos de solo proponerlo.
—Damián... —suspira él en otro intento por convencerme de parar—. Creo que debes decírselo a Tatiana y a Archie primero.
—Ya lo saben. Hablé con Archie y le pedí algunos consejos. Le parece bien.
—¡Eso es porque a él solo le funciona como el uno por ciento del cerebro e hizo lo mismo con Tatiana! ¡Claro que le parecerá bien!

Es cierto. Tatiana era una presa y Archie la metió en nuestro mundo. Ni siquiera nos lo preguntó. Solo sucedió. Un día solo la trajo y nos dijo: «ella es mi novia y será parte de nuestra manada, será una Novena». Nosotros lo aceptamos. Poe no se molestó y a mí me dio igual. Si terminaba mal o no, no me importó demasiado. Aun así, Archie no planeó nada ni midió consecuencias. Solo siguió su impulso y sus deseos.

Desde ese momento descubrí que en nuestra manada Archie es el más peligroso. Siempre lo sospeché, de hecho. Tal vez llegué a pensar que era Poe, que puede comerse a una persona o tener esclavos sexuales o sentir cualquier perversión existente, pero en realidad solo es el más inteligente. Archie está tan desconectado de la realidad que hizo la suya propia, y las cosas que él ve y que viven allí son inestables e impredecibles, y pueden controlarlo cuando se les antoja. Por suerte, Tatiana funciona como una inyección sedante para él, y todo se mantiene en calma.

Juntos se complementan. Y yo he encontrado lo mismo.
—Salió bien para él —le recuerdo, refiriéndome a Archie.
—Por suerte. Fue pura suerte. Fue demasiada suerte. Y porque ella también está medio mal. Esta chica Padme... creo que no lo está tanto.
—Se reprime —le explico.
—Huelo la inocencia, Damián. —Poe niega con la cabeza—. A mí no me puedes engañar.

Le recuerdo mi frase favorita:
—Nadie es inocente.
—No vas a cambiar de opinión —suspira—. Además, quién sabe desde hace cuántos años sientes lo que sientes.

Desde que la vi. Desde el primer momento. Éramos niños y ella me buscó. Ella quiso conocerme. Fue diferente, porque los Novenos perseguimos y cazamos. Ella no esperó por nada. Hizo lo contrario. Actuó como uno de nosotros lo habría hecho, y su interés por mí no disminuyó nunca. Podía verla mirándome por la ventana, mirándome en la escuela. Cuando estaba con sus amigas y yo pasaba cerca, su atención se iba hacia mí, y todo lo demás dejaba de existir. Su mundo se paralizaba. Era como si ella quisiera saltar de ese para venir al mío, como si quisiera abandonarlo todo para llegar hasta mí.

Eso me cautivó. Ella me pareció fascinante por mucho tiempo. Me lo sigue pareciendo, pero de esa forma logró meterse en mi mente. En un mundo en el que nadie se fijaba en mí, ella me notó, y también notó que yo no era como los demás. Aun sabiendo eso, no se asustó, solo se sintió más intrigada. Una lástima que al ser normal no iba a llegar muy lejos en descubrir algo. Por esa razón, yo la ayudaría.
—Ella... me gusta —confieso por primera vez en voz alta.

Poe me mira con curiosidad.
—¿Sabes qué es eso acaso?
—¿Tú sí?
—Probablemente más que tú.

Tiene razón al menos. Somos muy diferentes. Poe es más de sentimientos físicos y mentales. A él le atraen las personas normales, los Novenos, casi todo. Tiene ansias de juegos, de sexo, de otros cuerpos, y eso lo ayuda a poder conectarse y desconectarse de las personas a su antojo. Es lo que le divierte y lo motiva, y al mismo tiempo lo hace más perceptivo y razonable. Yo no siento lo mismo. Apenas siento interés por algo, pero cuando lo siento es intenso y es muy difícil que desaparezca.
—Lo que sé es que quiero que esté conmigo todos los días —trato de explicar—. Siento que... necesito verla, y para poder verla siempre esto es lo que debo hacer.

Porque una relación «normal» no es posible entre alguien como ella y alguien como yo.
—Te va a odiar si se entera.
—Por esa razón no se va a enterar —le advierto—. Nunca.
—Te vamos a guardar el secreto, claro, pero si las cosas se complican...
—Me culparé de todo —aseguro, justo como debe ser en una manada. Aunque lo ideal es morir juntos, en este caso no aplica.

Se hace un silencio entre nosotros. Al frente, por la ventana delantera del auto, se ven las calles de Asfil y las filas de tiendas. Algo de gente caminando. El cielo está tranquilo, despejado. Me quedan unos minutos.
—Ah, Damián, Damián, quien lo diría —suspira Poe de pronto, entre pensativo y divertido—. De alguna forma retorcida estás enamorado. O no sé si se le puede llamar de esa forma. El amor sobre el que he leído para poder imitar, no es así.
—No me interesa ese amor que inventó el mundo.
—¿Y por eso vas a crear el tuyo propio?
—Solo iré por lo que quiero y necesito.

Poe suspira. Un suspiro algo dramático. Nada nuevo en él. Deja caer la cabeza en el espaldar del asiento y hace un gesto de dolor.
—Ah, estoy un poco celoso porque ahora le dedicarás tu tiempo a alguien más que no soy yo.

Frunzo el ceño en una expresión dura.
—Me molestas a veces —le suelto para que se calle.
—Tu frialdad y crueldad son mis cosas favoritas de ti, mejor amigo —sonríe con divertida malicia.

Y ha pronunciado «mejor amigo» con un lento tonillo de insinuación, claramente intencional, solo para fastidiarme más como le gusta hacer usualmente porque sabe que siempre lo rechazaré aunque me coquetee mil veces. Supongo que es un juego que lo entretiene y le da placer. A mí no me interesa, así que lo ignoro.

Y mi atención se va hacia una de las aceras. Tal y como lo he estado esperando, la veo venir caminando.
—Ahí está —susurro.

Mis ojos la siguen fijamente. Es ella y va con sus amigas a Ginger Café, su lugar favorito para pasar el rato. Su cabello largo y oscuro le cae sobre la espalda. Lleva unos jeans altos y ajustados y una camisa de tirantes hasta por la cintura. No se ve su ombligo, tan solo una línea de piel entre el borde del jean y el final de la camisa, y todo su cuerpo se delinea porque nada le queda holgado. Entonces sé que de seguro esa ropa no la escogió ella, sino su amiga la rubia, porque ese es su estilo. El estilo de ella no está definido aún. Solo es lo que sus amigas son, una mezcla entre la que es extrovertida y la que es reservada y odiosa.

Esa es una de las cosas que más me atraen de ella, que no ha sido descubierta, que es todo un mundo por explorar. Yo quiero sacarla de ahí, quiero sacar su verdadera personalidad, lo que la obligan a ocultar. Deseo tanto eso que tal vez me excita, si es que sentirse así es estar excitado. No lo tengo claro, pero la idea de arrancarle esa ropa que no la representa, dejarla desnuda y luego susurrarle al oído que se ve mejor así, sin fingir ser normal, me causa cierta sensación de hipnosis, como si estuviera dopado. Y entonces podría quedarme ahí mirándola e imaginando por horas, tal y como lo he hecho antes.

Porque lo que sea que signifique ser «hermosa», ella lo es para mí. Esos ojos, esa boca, su forma de caminar, la manera en la que se ríe y luego ya no, su voz, su indecisión, su valentía...

Quiero oírla decir mi nombre. Quiero que lo pronuncie con algo de miedo, pero con ansias. Quiero estar a solas con ella y ver su reacción, si se sorprende o se asusta o se rinde ante mí. ¿Qué hará cuando todo pase como lo he planeado? La expectativa me tiene intranquilo en la mejor forma posible. Jamás he sentido esta adrenalina.
—¿Cuánto vas a esperar para entrar? —me pregunta Poe.
—Unos quince minutos —calculo.
—¿Estás muy seguro de que habrá un asesinato en el bosque hoy? —pregunta también, comprobando—. ¿Y de que son desconocidos?
—Sí —asiento—. Esos dos chicos son nuevos, y son rivales desde hace tiempo. Me aseguré de que uno pensara que el otro mató a uno de los miembros de su manada, así que me hice pasar por ellos y los cité a ambos ahí. Se van a matar en unos segundos, ella lo verá y luego me aseguraré de que, si escapa, llegue hasta la cabaña.
—Muy bien —suspira como si ya no hay más opción—. Suena como que lo tienes todo controlado, maldito obsesivo.

Me sale solo como un susurro:
—La necesito, Poe. Sueño con ella, pienso a cada momento en ella, solo la imagino a ella. No sé qué me hizo. Ni siquiera sé qué es esto.
—Ah, pues yo tampoco —admite, mirándome con curiosidad. Luego sonríe ampliamente—. Pero suena a que el cachorrito rebelde va a dejar de ser virgen. Me lo vas a contar con detalles si pasa, ¿no?

Le vuelvo a dedicar una mirada asesina. Él se ríe, tranquilo.
—Siempre pensé que morirías solo —añade, medio nostálgico—. Así que, si soy sincero, quiero ver si ella es capaz de soportarte. Estoy muy pero muy intrigado.
—Por cierto —recuerdo de repente, y lo digo serio—: Cuando esté con nosotros, ni se te ocurra tocarla o intentar algo.

Poe puso cara de ofendido.
—¿Crees que yo estaría con la novia de mi mejor amigo? —resopla, indignado.
—Sí.
—Bueno, pero en este caso no. —Se encoge de hombros—. Ya hasta me convenciste y sospecho que quien va a mojar esas pantys serás solo tú.

Mojada. Por mí. Por mi mano alrededor de su cuello, apretando mientras corto su ropa con mi cuchillo. El pensamiento pasa rápido por mi mente, y trago saliva porque siento una punzada entre las piernas, eso que a veces debo esforzarme por controlar cuando estoy imaginándolo todo en mi habitación.
—De acuerdo, estaré en casa esperando tu mensaje sobre cómo salió todo, si debemos huir como locos o preparar las armas —avisa Poe, aunque de pronto se acuerda de algo—. Ah, importante: conseguí lo que necesitas.

Mete la mano en el interior de su gabardina y saca una caja de píldoras. Es toda de color negro, sin nombre. Me la entrega.
—¿Es para…?
—El Hito —afirma—. Apenas estás empezando a sufrirlo, por lo que aún estás a tiempo de superarlo, pero tienes que tomar las pastillas cada día antes de dormir, sin excepción. Te enviaré más cajas esta semana, es un poco difícil de conseguir, y muy costoso. —Asiento y guardo la caja en el bolsillo de mi chaqueta mientras que él agrega con una sonrisa—: Estarás bien.

Me vienen las ganas de darle las gracias por no oponerse a mi plan, pero él entiende que esas cosas no son lo mío. Luego miro la entrada a Ginger Café, tan fijo que mi corazón late un poco acelerado. La primera vez en toda mi vida que me pasa, y que tal vez, por un segundo, me siento asustado.

En unos minutos entraré, ella me verá y me seguirá. Después, tendrá que escoger.

Y espero que me escoja a mí.

Espero que me escojas a mí.

Porque siempre has sido tú, Padme.

Siempre he sido solo tuyo.

EXTRA 2
Hechos ocurridos después del capítulo 16, la noche en la que Eris mató a Gastón para salvar a Padme.

DAMIÁN, POE Y ARCHIE.

—No puedo creer que no me hayas dejado matarla. —Damián azotó la puerta, furioso.

Archie, Poe y él acababan de entrar en el despacho de la casa de Verne. Era de madrugada. Padme estaba en casa de Eris porque ella había matado al tal Gastón uno de los miembros de la manada de Nicolas. Todo había salido mal. Demasiado. De una forma peligrosa, y Damián estaba tenso, lleno de ira.
—Creo que es una Novena —reveló Poe, cerrando la puerta con calma.

Damián lo miró con un desconcierto enojado.
—¿Qué?
—Es que su olor es muy sutil —explicó Poe— tal vez porque siempre intentó reprimirlo y ha matado muy poco, quizás solo a algunos animales. Me parece curioso…
—Me parece un peligro —rebatió Damián.
—Yo también sentí que había algo raro… —se unió Archie, alternando la mirada asustada entre ambos con mucha inquietud.

Poe fue hacia su pequeño bar para servirse algo de whisky. Después de esa noche, necesitaba algo que calentara su cuerpo y lo devolviera a tierra.
—Damián, el peligro siempre ha sido haber metido a Padme, y lo sabes —suspiró—. Ella no es como Tatiana que se adaptó mucho más rápido. Hay…
—¡Va a adaptarse! —lo interrumpió Damián en una pequeña explosión de impaciencia—. Lo sé, solo necesita más tiempo.
—Tal vez estás siendo muy duro con ella en todo este proceso, no lo sé… —opinó Archie, que no le molestaba ser directo—. A veces puedes ser muy maldito.

Damián hundió las cejas, perdido.
—¿Qué?
—Eres cruel… —asintió Archie—. Hasta yo entiendo que no deberías tratarla así… Mira, a veces intento decirle a Tatiana que es bonita o decir, ya sabes, algo dulce… Las presas no son como nosotros, necesitan ese tipo de interacciones, y aún en este mundo ellas siguen siendo eso por naturaleza.

Damián pestañeó.
—No sé hacer esas cosas.
—¿Quieres mi cuaderno de anotaciones sobre presas para aprender a tratar con ellas? —Archie se entusiasmó—. Tengo uno para que mi relación con Tatiana funcione…

Damián ignoró a Archie para soltarle a Poe con seriedad e insistencia:
—Eris puede joderlo todo.
—No vas a tocarla, ya te dije. —Poe mantuvo su decisión—. Vamos a darle una oportunidad.
—¡No la conoces! —Damián estaba rozando los límites del enfado—. Ustedes piensan que soy malvado, pero ella… sé que en ella hay algo peor. Puedo verlo.

Poe estaba bebiendo de su vaso de whisky cuando oyó eso, así que se lo apartó muy rápido de la boca para explicar con entusiasmo:
—Por eso tuve una idea cuando veníamos para acá. Hay un ritual de iniciación muy viejo… Se usaba para que la conexión entre los miembros de la manada fuera más fuerte, más de alma y cuerpo, y la posibilidad de traición disminuyera. Haríamos una bebida con Ambrosía, savia, nuestra sangre, otros ingredientes, y la ofreceré por tres noches a los espíritus del roble. Podría crear un lazo entre ella y nosotros.
—Sabes que no creo en los espíritus del roble. —Damián dejó claro.
—Pero yo sí, porque he comprobado que existen —sostuvo Poe, sonriente—, y ellos aprobarán o rechazarán su unión a la manada.

A Archie parecía haberle perturbado el imaginar espíritus en los árboles.
—¿Qué pasaría si la rechazan? —quiso saber, medio angustiado pero solo por la idea de que eso indirectamente lo lastimara a él.
—Bueno, reaccionaría mal al beber el líquido. —Poe alzó los hombros—. Esto podría matarla, claro. Si me equivoco y no es Novena, y si además su alma está demasiado corrompida, no lo va a soportar. Los ingredientes son fuertes.

El susto de Archie desapareció muy rápido. Una emoción desequilibrada iluminó su cara.
—¡Yo quiero ver eso! —aceptó.

Pero por otro lado, Damián no estaba nada entusiasmado. Se veía enojado y tenso, pero también medio preocupado e inquieto. Por un instante, detectar eso hizo que Poe lo mirara fijamente con los ojos entrecerrados, medio analítico.
—Damián, ¿has estado tomando las pastillas que conseguí para ti? —le preguntó.
—Sí —aseguró Damián de mala gana—, pero he avanzado con Padme y no quiero que Eris lo arruine.

En realidad, Poe no sabía cómo funcionaban esas pastillas para El Hito, pero si Damián las estaba tomando, debían de estar ayudando a contrarrestarlo. Eso le habían dicho los doctores especialistas y él confiaba. Así que se le acercó. Le puso una mano en el hombro y le masajeó con el dedo pulgar en un gesto de apoyo.
—Déjame a Eris a mí —le pidió con una sonrisa lasciva—. Se ve como un desafío que quiero tomar.

Poe estaba bebiendo de su vaso de whisky cuando oyó eso, así que se lo apartó muy rápido de la boca para explicar con entusiasmo:
—Por eso tuve una idea cuando veníamos para acá. Hay un ritual de iniciación muy viejo… Se usaba para que la conexión entre los miembros de la manada fuera más fuerte, más de alma y cuerpo, y la posibilidad de traición disminuyera. Haríamos una bebida con Ambrosía, savia, nuestra sangre, otros ingredientes, y la ofreceré por tres noches a los espíritus del roble. Podría crear un lazo entre ella y nosotros.
—Sabes que no creo en los espíritus del roble. —Damián dejó claro.
—Pero yo sí, porque he comprobado que existen —sostuvo Poe, sonriente—, y ellos aprobarán o rechazarán su unión a la manada.

A Archie parecía haberle perturbado el imaginar espíritus en los árboles.
—¿Qué pasaría si la rechazan? —quiso saber, medio angustiado pero solo por la idea de que eso indirectamente lo lastimara a él.
—Bueno, reaccionaría mal al beber el líquido. —Poe alzó los hombros—. Esto podría matarla, claro. Si me equivoco y no es Novena, y si además su alma está demasiado corrompida, no lo va a soportar. Los ingredientes son fuertes.

El susto de Archie desapareció muy rápido. Una emoción desequilibrada iluminó su cara.
—¡Yo quiero ver eso! —aceptó.

Pero por otro lado, Damián no estaba nada entusiasmado. Se veía enojado y tenso, pero también medio preocupado e inquieto. Por un instante, detectar eso hizo que Poe lo mirara fijamente con los ojos entrecerrados, medio analítico.
—Damián, ¿has estado tomando las pastillas que conseguí para ti? —le preguntó.
—Sí —aseguró Damián de mala gana—, pero he avanzado con Padme y no quiero que Eris lo arruine.

En realidad, Poe no sabía cómo funcionaban esas pastillas para El Hito, pero si Damián las estaba tomando, debían de estar ayudando a contrarrestarlo. Eso le habían dicho los doctores especialistas y él confiaba. Así que se le acercó. Le puso una mano en el hombro y le masajeó con el dedo pulgar en un gesto de apoyo.
—Déjame a Eris a mí —le pidió con una sonrisa lasciva—. Se ve como un desafío que quiero tomar.

COMUNICADO IMPORTANTE


Queridos lectores, en Ediciones Déjà vu nos sentimos honrados de que Alex nos eligiera para cumplir este gran sueño que compartía con ustedes, que era darle vida en papel a Damián.

Desde el primer instante, trabajamos con Alex de la mano para cumplir cada una de sus expectativas, siempre pensando en que fuera perfecto para ustedes, tal y como se lo merecen.

El trabajo interno en Ediciones Déjà vu y la entrega de todo el equipo fue inmenso e incalculable. Para Damián se asignaron 7 correctores, quienes no leyeron solo 1 vez, sino las veces que fueron necesarias. Alex leyó su propia historia infinitas veces hasta conseguir el resultado que deseaba, y junto a ella estaba cada corrector asignado, pero entenderán que también somos humanos y que cometemos errores. Fueron casi 2 años de trabajo en un único libro, y lamentablemente no pudimos evitar que algunas cosas se escaparan de nuestras manos y de antemano nos disculpamos con ustedes.

Damián, como algunos lo habrán podido notar, en el proceso de transcripción, tuvo un error en el que se repiten unas líneas de texto. Por fortuna no es algo que afecte el desarrollo de la historia ni la increíble labor de Alex como autora, sin embargo, es un error que deseamos haber podido evitar.
Este comunicado es principalmente para disculparnos con cada uno de ustedes, pero también para agradecer a quienes, más allá del error, le han entregado su amor al libro, han valorado todo el esfuerzo que se hizo, esfuerzo que tú, que ya tienes el libro en la mano, puedes ver de cerca.
En tus manos puedes ver la entrega de cada una de las personas que formaron parte de este proceso. Que pusieron el alma en la mesa para que cada detalle fuera perfecto. Las ilustraciones, la maquetación, los regalos y cada letra de este libro tiene grabado el deseo de que ustedes recibieran el libro más increíble que jamás hayan visto.

Y en un mundo en el que solo resalta lo malo, queremos decirte:
Gracias por darle más valor a lo bueno.
Gracias por formar parte de quienes no hacen ruido de los errores, sino de las virtudes.
Gracias por valorar cada segundo que Alex dedicó para regalarte esta gran historia.
Gracias por entender que NO SOMOS PERFECTOS.
Gracias por entender que, como humanos, tenemos la posibilidad de errar.
Gracias por ser parte de quienes suman.
Gracias y siempre gracias, por ser parte de quienes no dan fuerza a las criticas destructivas, por no ser de los que restan. Por ser un lector de corazón comprensivo y aplaudir de pie, el trabajo de quienes solo pensamos en darte el libro que siempre habías soñado.